28/8/15

Katrina, la postal del imperio en decadencia

Se cumplen diez años del huracán Katrina, cuando por enésima vez este sistema social mostró que merece perecer... Las agencias gubernamentales con presupuestos recortados avisaron tarde, solo huyeron quienes que tenían automóvil y un lugar adonde ir. En la ciudad quedó la mayoría negra, librada a su suerte, oliendo a sus muertos pudriéndose, bajo toque de queda y vigilados por la Guardia Nacional. Y cuando no pudieron resistir más los metieron en un estadio del terror donde la gente fue obligada a vivir rodeada de sus excrementos, hubo asesinatos y violaciones, mientras fuera del Superdome, con el visto bueno de la gobernadora demócrata Kathleen Blanco se ordenaba tirar a matar a los que intentaran tomar alimentos de los negocios... El presidente republicano veía la escena con el mismo desinterés con el que veía su guerra imperialista por televisión (donde otras personas vivían oliendo a sus muertos, eran violadas y asesinadas)... Nunca tan cierta la definición de Rousseau recordada por Marx, "Esta sociedad no es una sociedad, es un desierto, poblado por fieras salvajes”.


18/3/15

Matilda Gage: la palabra más hermosa es la libertad



Para La Izquierda Diario 


Como muchas chicas de su época, Matilda creció en un hogar donde había esclavos. La diferencia era que su casa funcionaba como refugio clandestino de esclavos que escapaban de sus amos. Y como el fruto no cae lejos del árbol, muy pronto empezó a visitar las cárceles por su colaboración con las redes de solidaridad contra la esclavitud. Hace 117 años fallecía en Estados Unidos.


Nacida en 1826 en Cicero (Nueva York, Estados Unidos), solía decir que había llegado al mundo con “odio hacia la opresión”. Activista abolicionista, defensora de los derechos de las mujeres, militante por el voto femenino, escritora y editora, se contó entre las precursoras del movimiento sufragista.
En 1852 se realizó la tercera Convención Nacional de Derechos de las Mujeres en la ciudad de Siracusa, Nueva York. Estas convenciones se realizaban desde 1850 y buscaban visibilizar la lucha por los derechos de las mujeres, en una sociedad donde los derechos civiles y políticos eran privilegio de una minoría: los varones blancos de las clases altas.
En esa convención hablarían por primera vez dos mujeres que más tarde estarían al frente de una de las organizaciones de mujeres más importantes en Estados Unidos, Susan B. Anthony y Matilda Gage. Ellas, junto a Elizabeth Candy Staton, fundarían en mayo de 1869 la Asociación Nacional del Sufragio Femenino.
Aunque las protestas de las mujeres blancas eran “toleradas”, a ningún político le gustaban los desafíos de las sufragistas, mucho menos de los sectores más críticos, que no se conformaban con algunos derechos para algunas mujeres, como Matilda. En esa disconformidad, coincidía con otras mujeres del movimiento como Sojourner Truth, que también señalaba los límites del sufragismo.
Al comenzar la década de 1870, el estado de Nueva York reconoció a las mujeres el derecho a votar miembros de los consejos escolares. Medidas similares se aprobaron en otros estados, con la esperanza de que pequeñas concesiones aplacaran el ánimo militante. Pero cada vez que se reconocía un derecho (aun limitado), las mujeres lo tomaban como envión para pelear por más. Matilda se encargó de escribirles a todas las mujeres de la zona donde vivía (Fayetteville, NY) para que conocieran sus derechos, y estuvo en los lugares de votación para garantizar que todas pudieran votar.
En 1878 fundó The National Citizen, con el objetivo de que existiera un periódico que ayudara a las mujeres a conocer sus derechos y pelear por ellos. En sus páginas incluía columnas e historias sobre mujeres prominentes, creadoras y pensadoras borradas de diarios y libros oficiales.
Su pluma era cruda y directa, denunciaba las injusticias de quienes no tenían voz para hacerlo, especialmente los afroamericanos y las mujeres. Frases como “A veces es preferible ser un hombre muerto que una mujer viva”, mostraban claramente cómo los hombres gozaban de todos los derechos, aun estando muertos, mientras estos eran negados en vida a las mujeres. Más tarde escribirá junto a Anthony y Staton, laHistoria del Sufragio Femenino (una obra de referencia sobre el movimiento sufragista).
Matilda representaba el ala radical del movimiento sufragista. No se contentaba con el derecho al voto, y creía que era un error reducir el movimiento a esa sola demanda. Además de su visión sobre los objetivos políticos, Matilda era muy crítica de la participación de la Iglesia, aunque se definía como una persona espiritual y religiosa, era una ferviente defensora de la separación de la Iglesia y el Estado.
Matilda creía que el movimiento sufragista debía mantenerse independiente porque para las mujeres “la injuria más grande surge de las leyes teológicas que subordinan a la mujer”. Era común que en The National Citizen abogara por el fin de la “Ley del Sabbath”, y que se manifestara contra la enseñanza de la Biblia en la escuela. Estas ideas la enfrentaron con el ala más conservadora del sufragismo.
En 1890, bajo la dirección de Susan B. Anthony, la Asociación Nacional del Sufragio Femenino se fusionará con el ala moderada del movimiento, la Asociación del Sufragio de la Mujer Americana , y se impondrá así la política más conservadora.
Matilda Gage y Elizabeth Staton quedarán relegadas en la fusión. Más tarde fundará la Unión Liberal Nacional de Mujeres, porque estaba convencida de que las mujeres conquistarían sus derechos como parte de una reforma social amplia, y no solo persiguiendo el sufragio.
En 1893 publicó Woman, Church and State (Mujer, Iglesia y Estado), donde describía cómo el cristianismo había oprimido a las mujeres a lo largo de la historia y había colaborado en fortalecer el patriarcado. Y porque estaba convencida de esa relación, solía apuntar muy seguido contra la Iglesia y los lugares “naturales” que alentaba esa institución entre las mujeres como la maternidad y el hogar. Decía: “Hay una palabra más hermosa que madre, hogar o paraíso: esa palabra es libertad”.
Aunque todavía tendrían que pasar casi dos décadas después de su muerte para que las mujeres conquisten el derecho al voto en Estados Unidos, Matilda dejó su huella. Su voz incomodó a quienes negaban el derecho al voto a la mayoría de la población, y también a quienes dentro del movimiento sufragista exigían moderación. Matilda no conformó a unos ni a otras, y marcó con su arma preferida, que era la pluma, la lucha de quienes entre poco y nada, luchan por todo.